¿Prosperidad o Riqueza?

Por Omar Fuentes.

Clán-clón... Clán-clón... Clán-clón...

Yo no soy millonario sencillamente porque el dinero que genero se cuenta por miles y no por millones. Soy, en todo caso, un milenario. Seguramente no te importa cuánto dinero genero yo, pero sí te debe importar cuánto dinero generas tú y, si no te había importado antes, quizás es ahora cuando comienza a importarte.

Sí, ya sé que buenas fuentes rezan que "es  más fácil  que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios". Todavía no sé exactamente  hasta qué punto  esta sentencia es válida para todos los casos.

En una ocasión formé parte de un seminario cuyo tema principal era el de la prosperidad. En un momento determinado, el instructor sacó un billete de $500 y, sin ningún otro preámbulo que un humilde "¡TEN!", se lo regaló a una participante joven y muuuuuuuuuuy guapa. Acto seguido, los que nos encontrábamos ahí comenzamos a cruzar nuestras miradas en busca de alguna justificación a semejante acto; algunas personas miraron al maestro con cierta indignación, otros comenzaron a cuchichear sobre el punto y otros más comenzamos a reír. Mientras tanto, la mujer joven (y muuuuuuuuuuy guapa) era incapaz de contener la ola roja que ya cubría sus mejillas; se sonreía, volteaba la vista, miraba de reojo el billete que reposaba sobre su muslo (y que, por supuesto, no se atrevía ni a tocarlo), tragaba saliva, golpeaba sutilmente el piso con su pie como si con ello pudiera acelerar el paso de los segundos. Imagínatelo. Después de diez minutos de incertidumbre -sí, ¡DIEZ!- el instructor le dijo: "¡Ajajá! ¡Me imagino que ahora ya sabes cómo le has hecho para no tener el dinero que siempre has querido tener!"

Hasta este punto de mi soliloquio público se me ocurre que el dinero representaría un montón de ideas inconvenientes para quienes quieren poseerlo. Y eso a mí me importa mucho. Es ampliamente conocida aquella historia del maestro espiritual que predicaba sobre la humildad y que para transportarse utilizaba un hermoso y lujoso Jaguar. Le preguntaron: "¿Cómo es posible? ¿Predicas sobre la humildad y andas en un Jaguar?" A lo que el respondió: "Dios está siempre conmigo, ¿cierto? Entonces, pienso que para Dios siempre es más fácil, agradable, cómodo, rápido, conveniente y rico acompañarme en un Jaguar que el que me acompañe en un taxi..."

No sé cómo funciona el mecanismo para volverse próspero, pero se me ocurre una alucinación extraña: generas varios miles, quizás miles, y los recibes y los guardas y los gastas y los inviertes y los regeneras y de reojo ves un camello atorado (ya sabes dónde) que ni fumas y ni pelas. Vas en el Jaguar, con el maestro y con Dios... ¿quién podría negarle la entrada al rey del Reino?

¿Rico? ¡Riquuuuuuuuuuísimo!

Clán-clón... Clán-clón... Clán-clón...

Omar Fuentes está certificado como

Licensed Trainer of NLP

por The Society of NLP.

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